sábado, 26 de junio de 2010

Sin título.


Creo que soy más que piel y huesos, músculos y sangre...
Siento que soy más que sólo palabras, y que lo que veo en el espejo. Más que un conjunto de órganos.
¿Quién soy? O mejor aún: ¿qué soy?

lunes, 10 de mayo de 2010

Aguas Marinas



Y heme aquí, sumergida entre frías aguas, sin que se me termine el aire, sin sentir desesperación. Aquí todo es paz y tranquilidad, no hay bullicio alguno, solo el suave murmullo del agua que se mueve, que va y viene sin cesar en una danza decadente. Solo el ruido de las olas que se estrellan en algún peñasco, desatando su gélido canto cuando rompen, cada vez más lentamente.

Sólo sintiendo el agua a mi alrededor, con su caprichosa corriente que fluye impasible. Acompañada por mi alma, y el agua. Solo el agua, siempre ahí; con sus burbujas susurrando silenciosas, apacibles.

Me siento bien, todo está bien. Es perfecto aquí, abro los ojos y observo a mi alrededor. Un azul profundo impregna todo, solo interrumpido por el vaivén de sus olas. Observo hacia abajo, e infinitamente lejos, alcanzo a distinguir un fondo de arena. No me muevo, solo estoy ahí sin hacer nada. Escucho los sonidos del agua y vivo de ellos, me alimento de ellos. No siento incomodidad alguna, ni siquiera necesidad de respirar. Aquí estoy bien, todo es bueno y tranquilo. No me hace falta nada.

domingo, 25 de abril de 2010

Nameless



El hombre, toda la vida, siempre trata de ser hombre...



[This picture is mine!]

miércoles, 10 de febrero de 2010

Consider This - Sopor Aeternus & The Ensemble of Shadows.



Esta canción me gusta mucho, no sólo por la música si no más que nada por la lera... desde que la oí quedé traumada con ella. Si la música les provoca escalofríos, sólo pongan mudo o apaguen las bocinas, pero lean los subtítulos...

PD: Ponganle pausa a la lista de reproducción xD

domingo, 27 de diciembre de 2009

Poema Ajeno



Le entregué mi alma a cambio de ese divino destello que emiten sus ojos, juntos de la mano desafiamos la distancia.
Sueño vivir en una noche de fatalidad abrigada por sus manos, en donde ni las estrellas podrán apartarnos, y al disiparme en el néctar que vierten esos labios amenos, sonreiré ignorando la agonía.
El invierno nos complementa, desvariando percibo su voz y me estremezco, mientras se avecina la tormenta que se empeña en mantenernos lejos.
Ríos de sangre marcan nuestro andar, y aun tomados de la mano desafiamos el destino.
¿Cómo soportar un tropezón más? Espero que no me deje sola en medio del camino.

Así como dice el título, este poema no es mío. Es de una chica llamada Fany, de quien aprendí mucho hace ya bastante tiempo... este escrito es bastante viejo, y la imagen... pues la he puesto porque es la que ella puso cuando publicó esto en su propio blog. No he sabido nada de ella, pero estaba recordando éste poema que tanto me gusta y decidí compartirlo con ustedes. Quiero reiterar, NO es mi escrito. Para que no salgan con que hago plagio, o no sé que, yo no soy pirata.

Saludos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Acerca de la vida y la muerte

-¿Qué harías, si pudieras elegir el día de tu muerte? –le escuchó preguntar al anciano.
-¿Qué harías, si se te presentara la oportunidad de escribir tu finitud? ¿La aceptarías? ¿Marcarías así, tu propio destino?
El hombre pensó mientras escrutaba el rostro del anciano, milenario y cansado. Elegir su muerte. No sabía si sería capaz de hacerlo. Limitar él mismo su propia vida… sería como un suicidio. Uno no tan horrible, por supuesto.
Dejó sentado al anciano y se encaminó a su casa, todavía reflexionando acerca de la pregunta del viejo.
Cierto día el longevo hombre volvió al pueblo, trayendo consigo un par de tablillas de arcilla y un gancho, jactándose de poseer la clave de la vida y los secretos de la muerte, atrayendo la atención de todos los pueblerinos, suscitando la inquietud a su paso.
Él, al reconocerlo, se le acercó con la intención de preguntarle que eran aquellas incoherencias que gritaba a todos en el lugar, pero al llegar a donde estaba el anciano la multitud se cerró en torno al viejo y le impidió el paso.
-Díganos, abuelo, ¿Cuáles son esos secretos que usted conoce?
-Si, si, díganos veterano.
Los habitantes del pueblo se regocijaban ante tal cosa. Eran tan crédulos que se tragaban cualquier cuento, supersticiosos, así que las palabras del viejo pues, constituían para ellos una total revolución.
-En esta tablilla –dijo el anciano –puedes escribir el día en el que quieres morir, y una vez escrito, así se cumplirá.
La gente rompió en expresiones de asombro, murmullos y comentarios al respecto retumbaron en todas partes.
Él, se limitaba a observar, todos se acercaban a aquella tablilla para decidir ellos mismos el día de su muerte. Un amigo se acercó.
-Quisiera elegir yo mismo el día de mi muerte –le dijo –pero, de ser posible, escogería no morir nunca.
Él se limitó a asentir sin prestarle demasiada atención a su amigo, toda se concentraba en el viejo y en las personas que había grabado ya la fecha para la que deseaban morir.
Seleccionar el día de la muerte, pensaba él, tenía grandes ventajas. Podría organizarse con tiempo el funeral, hacer el testamento, no dejar a los familiares desprotegidos. Pero, ¿no los invadiría el pánico, al acercarse la fecha en que se despidieran de este mundo? ¿No vivirían en temor absoluto los últimos días de su existencia? No, el no quería hacer aquello y sufrir eso los últimos días, prefería quedarse con la alternativa de una muerte inesperada.
-Ya se –le oyó decir al amigo –pondré una fecha que ya fue, así, podré evadir la muerte y vivir para siempre.
Corrió presuroso hacia el anciano, quitó el gancho de la mano de su vecino y escribió la fecha que había pasado meses atrás. Apenas terminó y sus ojos perdieron el brillo acostumbrado, su tez palideció y su cuerpo se enfrió, su corazón se detuvo.
-Nunca debes anhelar la inmortalidad –dijo el viejo –así como este hombre, que escribió fecha pasada intentando burlar a la muerte para vivir eternamente. No seáis necios, y entended que la muerte, es el sentido de la vida.

lunes, 19 de octubre de 2009

Otra historia mas


La llama de la vela resplandecía iluminando el pergamino, el tintero, la pluma y su rostro, aquella faz invadida por una expresión de extremo pesar, angustia, confusión, dolor.
La flama tenía varias horas danzando sin son frente a él, que se limitaba a observar el baile descontrolado del fuego, mirando sin cesar la luz que le proveía la vela, intentando encontrar en ella frases, palabras que le devolvieran la perdida inspiración, que llenaran su ser de aquella belleza que necesitaba plasmar. Ansioso, pensó en aquello que, sin darse cuenta, había extraviado, abrió cada puerta de su alma para invitarle a regresar.
Entrecerró los ojos, pensó en ella, que se había ido –llevándose todo con ella – y suspiró. Evocó cada recuerdo que tenía de aquella a la que amaba, creo ilusiones de fantasía en su memoria, todas sobre ella. Todo fluyó hacia él con nitidez, sintió sus brazos, escuchó su voz y percibió su aliento. Esa mujer se había llevado todo con ella, su inspiración, su felicidad y su alma. Necesitaba escribir otra historia mas, y con ello, demostrarse que era capaz de vivir sin ella, sin su fragancia, sin su sonrisa. Necesitaba encontrar todo el lirismo que antes ella hacía emanar de él, en otra cosa, cualquiera, la que fuera. Tenía que llenar el pergamino con algo hermoso y sutil, que le dijera que no la necesitaba a ella.
Pensó en aquellas necesidades, y entonces se cuestionó acerca de lo que él deseaba, y, sin poder engañarse a sí mismo apartó las mentiras que había en esas necesidades y aceptó, con profunda serenidad, que su corazón estaba anhelante en realidad de encontrar en aquella flama la manera de expresarle a ella todo lo que sentía, de transmitirle un mensaje a través del suave murmullo del viento, de las olas del mar, de los susurros del silencio…
Abrió los ojos, y la llama de la vela se reflejó impávida en ellos, ahítos de pena y de amor, desolados y abandonados. Fríos, vacíos desde que ella se había ido.
Él, petrificado, pensó en su malestar sin solución, en lo inútil que era buscar un remedio que no existía. Sin dejar de observar la vela suspiró lleno de impotencia. Perdido en los recuerdos dejó su imaginación volar y escenificar un encuentro con ella.
¿Qué le diría? ¿Cómo y cuando la vería?
El fuego disminuía, la cera se consumía y él, ensimismado, se dejó llevar por su sentir. Sabía que no la vería nunca mas, su espíritu se encontró a sí mismo lleno de resignación y, junto con la flama, se apagó.